Oriflama: el mítico barco del tesoro hundido en las costas del Maule

Oriflama: el mítico barco del tesoro hundido en las costas del Maule

Leonardo Albornoz nos relata una historia que vale 200 millones de dólares


Por Leonardo Albornoz

              Junto a la desembocadura del Río Huenchullami, entre las ciudades de Constitución e Iloca, se encuentran sepultados, bajo varios metros de arena, los restos del navío "Oriflame".
Botado al mar el 02 de febrero de 1743, en el puerto de Toulon sirvió a la  marina francesa  hasta el 01 de abril de 1761, fecha en que fue capturado por el navío británico “Isis”. La Marina Real Británica lo transformó en navío mercante armado conservando su nombre francés "Oriflame", siendo capturado en 1971 por la corona española y posteriormente  subastado, pero siguiendo  en su condición de mercante armado. 
Se rebautizó con el nombre de "Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo", pero siempre mantuvo el alias de "El Oriflama". 
Sus nuevos propietarios lo utilizaron para efectuar viajes entre el viejo y el nuevo continente, todos teniendo como destino los puertos del Caribe. 
Capitaneada por José Antonio Alzaga, el 18 de febrero de 1770 zarpó con rumbo al Callao, desde Cádiz, en conserva con el San Joseph, también conocido como Gallardo. El Oriflama portaba en sus bodegas alrededor de 3.400 cajones con objetos como cristalerías y adornos finos que se estima bordeaban los 200 millones de dólares y que estaban  destinados a ser vendidos a las familias más acomodadas del Perú y Quito.

No se sabe si al cruzar el Cabo de Hornos o en medio de un temporal en el Pacífico sur, ambas naves se separaron y no volvieron a saber nada una de la otra. Casi al término de su viaje y luego de cinco meses de navegación el Oriflama es avistado, el 25 de julio de 1770,  frente a las costas maulinas por el  el Gallardo. El capitán de esta nave, Juan Esteban de Ezpeleta, ordenó disparar una salva de saludo, pero no obtuvo respuesta. El Oriflama no responde al cañonazo disparado ni a la bandera de señales izada como aviso en el Gallardo, por lo que  su capitán dispone que un bote se dirija hacia el Oriflama distante unas dos leguas. En medio de una mar agitada se acercó lo más que pudo al pairo del Oriflama, sin que a bordo se divisaran señales de vida. 
Sucedió que, durante la navegación, una misteriosa epidemia provocó una horrenda mortandad entre la tripulación del Oriflama, la que se acentuó pronto con el escorbuto y una escasez de alimentos que produjo una desesperada hambruna. 

El capitán del Gallardo ordenó alcanzar al silencioso velero a como diera lugar, presintiendo que algo grave ocurría a bordo pero la noche impidió su empeño. Tan solo al otro día un bote logró abordar al Oriflama... El espectáculo era sobrecogedor, aterrante, macabro: 149 pasajeros y tripulantes yacían muertos diseminados entre los 106 sobrevivientes, casi todos moribundos.
Cuando volvieron al Gallardo contaron las verdaderas razones del silencioso recibimiento por parte del Oriflama y por qué la nave mantenía solamente una vela izada.
El cpppppñappaqapitán del Gallardo ordenó el rápido transporte de víveres y medicamentos. Cuando la orden comenzaba a cumplirse y los botes estaban prestos a ser descolgados, un violento temporal comenzó a desencadenarse en la bahía, y las naves hermanas empezaron a separarse cada vez más. Todo el día, el temporal se ensañó con el Oriflama, y el mar tempestuoso lo convirtió en un frágil juguete de las olas.

Las primeras sombras de la tarde mostraron de él, tan solo un destartalado velero a punto de zozobrar, que apenas mostraba su arboladura en lontananza.
Pronto sobrevino la noche, que fue de aguaceros y vientos furibundos. El "Oriflama" estaba irremediablemente perdido...sus escasos tripulantes y pasajeros habrían expirado debido al viento frío y al aguacero. El barco se hundió y todos murieron frente a la mirada de impotencia de aquellos que, desde la orilla, se esforzaban por socorrerlos. Sólo una docena de cuerpos fue devuelta por el océano.

En los años 2.000 una empresa, creada por particulares para rescatar las preciosas mercaderías que cargaba el barco al momento de su naufragio, efectuó excavaciones en el lugar ,dando con el punto exacto en dónde permanece la embarcación, extrayendo incluso, mediante sondaje, muestras consistentes en monedas de oro y otros objetos que se encontraban en muy buen estado, pero debió suspender la faena, al no llegar a un acuerdo con las autoridades en cuanto a la forma de repartir el eventual tesoro que está bajo la arena de la playa del sector "La Trinchera". El barco fue objeto de una extenuante batalla judicial entre la empresa Oriflama S.A. y el Estado chileno. Tras las objeciones técnicas del Consejo de Monumentos Nacionales y la Directemar, el caso se radicó en el CDE y la Corte Suprema, que en sucesivos fallos en 2016 resolvieron negar el permiso del rescate subacuático.

El Oriflama ha servido incluso como inspiración a uno de los galeones de la película "Piratas del Caribe". Por ahora seguirá bajo la arena ,en la soledad de la playa La Trinchera, protagonizando una historia que el tiempo transformó en leyenda. Rodeado de secretos y tesoros que solo el mar conoce. Sus restos son un testimonio mudo de la tragedia y la desesperanza que se abatieron sobre sus tripulantes y pasajeros. Su historia es un recordatorio de que, aunque el tiempo puede sepultar nuestros sueños y nuestras esperanzas, nunca podrá borrar la huella que dejamos en la historia. El Oriflama seguirá siendo un enigma, un misterio que el viento y las olas seguirán susurrando en un rincón de la costa maulina.