La derecha izquierdizada y la izquierda derechizada: hablemos de política, pero sin picarnos
"Tal vez para usted ya no sea tan relevante si alguien es de derecha o de izquierda. Y es comprensible: hoy los discursos se mezclan, las prácticas se parecen y las promesas se repiten. Lo que no está mezclado es el descaro de mentir ni la decisión consciente de impulsar políticas que dañan la dignidad de ciertos sectores. No da lo mismo quién gane hoy, ni tampoco darán lo mismo los avances o retrocesos de los próximos meses. Pero si seguimos delegando todo a un voto y renunciamos a ser actores activos en lo comunitario y local, el destino del país seguirá pareciendo ajeno", indica la cientista política, Carla Alegría Vásquez
Por Carla Alegría Vásquez (cientista política)
En Chile, picarse es cuando una persona no logra contener su competitividad y la conversación deja de fluir, porque el foco pasa de compartir ideas, similitudes y diferencias a simplemente “ganar” la discusión.
Hoy estamos en elecciones. Una segunda vuelta que no ha generado gran movimiento ciudadano ni mayor entusiasmo. Lo que más se comenta es si el supermercado estará abierto, si atenderán las verdulerías o si vienen familiares a almorzar. Y sí, se va a votar, pero con miedo, con indecisión y con dificultad para elegir entre dos opciones que pasaron a segunda vuelta sin alcanzar el 50+1 que exige la ley. Por eso, este domingo 14 de diciembre, volvemos a las urnas.
Cuando hablo de una derecha izquierdizada, pienso en la llamada UDI popular: un sector que mantiene prácticas clásicas de derecha —crecimiento, mercado, estabilidad—, pero que incorpora un discurso de “hacernos cargo de la pobreza” utilizando recursos del Estado.
Este enfoque ha logrado materializarse y ha sido exitoso hasta ahora, por lo que se proyecta su continuidad. Para algunos, hablar de mejoras sociales desde la derecha chilena es una contradicción; para otros, es la única forma de llegar a fin de mes sin ahogarse, porque los números simplemente no alcanzan.
Cuando hablo de una izquierda derechizada, pienso en políticos y políticas que llegan al campo hablando de igualdad, pero en tacos, pisando en punta, proclamándose la “esperanza del pueblo”, aunque ya viven en realidades completamente ajenas a ese discurso. Personas sin escasez de servicios, con propiedades, vehículos y con hijos en colegios privados. No se trata de demonizar el bienestar, sino de reconocer que, cuando la experiencia de vida se aleja demasiado del relato, la credibilidad se erosiona.
Tampoco sirve caer en caricaturas: no es razonable pensar que por ser de izquierda alguien no pueda tener televisión, celular o comodidades. Es parecido a lo que ocurrió con la ley de divorcio: muchos se oponían en lo ideológico, pero una vez promulgada, fueron los primeros en utilizarla. La práctica suele tensionar los discursos.
En este escenario, pareciera que nadie entiende demasiado. A nivel teórico, las fronteras entre derecha e izquierda se han vuelto difusas. Se instaló hace décadas la idea de que “todos roban” y “todos mienten”, generando una especie de anarquía sin profundidad ni propuesta. Hoy, además, los movimientos más debilitados esperan el resultado para definir qué tan radicales serán los próximos cuatro años, en un contexto global marcado por tensiones geopolíticas, disputas económicas y una carrera por recursos estratégicos como el agua y los minerales.
Desde lo comunicacional, ambos sectores invierten fuerte en publicidad, aunque es sabido que la derecha política —en Chile y en el mundo— invierte mucho más. Se concibe a sí misma como guardiana del orden conservador y evita mover la aguja en materias valóricas o en aquello que afecte su patrimonio. Cuando se tiene mucho, duele más perderlo. En esa lógica del ganar-ganar, importa menos el costo social que el resultado favorable para quienes ya concentran poder y recursos.
La izquierda, en cambio, suele idealizar lo humano: una sociedad más justa, una moral más alta, acciones correctas que muchas veces quedan como promesa. Por eso duele tanto cuando alguien de izquierda es corrupto, ya sea en lo personal, familiar, profesional o en propuestas engañosas. Esos autogoles desacreditan sus ideales y explican, en parte, la pérdida de adherencia que hoy enfrenta.
¿Cuál es nuestra realidad? En la práctica, tenemos tres candidaturas: dos opciones formales y, al costado, los votos nulos y blancos, que amenazan con transformarse en un porcentaje significativo. Los procesos electorales siempre son tiempos tambaleantes. Por eso, más allá de la postura personal, invito a asumir la responsabilidad de que ese gesto mínimo —marcar una papeleta— define el liderazgo del país por los próximos cuatro años.
Tal vez para usted ya no sea tan relevante si alguien es de derecha o de izquierda. Y es comprensible: hoy los discursos se mezclan, las prácticas se parecen y las promesas se repiten. Lo que no está mezclado es el descaro de mentir ni la decisión consciente de impulsar políticas que dañan la dignidad de ciertos sectores. No da lo mismo quién gane hoy, ni tampoco darán lo mismo los avances o retrocesos de los próximos meses. Pero si seguimos delegando todo a un voto y renunciamos a ser actores activos en lo comunitario y local, el destino del país seguirá pareciendo ajeno.
Nunca he votado nulo ni en blanco. Muchas veces me he sentido confundida y con escasez de esperanza, pero no permito que el egoísmo o el desencanto definan mi decisión. Los gobiernos pasan; las comunidades quedan. Ellos gobiernan de paso; nosotros habitamos el territorio. Por eso, aun con dudas, sigo creyendo que pensar bien las cosas y participar importa.
Que sea un buen día para todos. Y en la noche sabremos quién gana y quién asumirá en marzo de 2026: si la derecha izquierdizada o la izquierda derechizada. Ya hablaremos de lo que nos espera para los próximos años y qué tanto de las propuestas se convierten en realidad o en mentiras blancas y que tan violentas se vuelven las calles.
(El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Séptima Página Noticias).