Carla Alegría Vásquez: “Para cambiar el mundo, primero hay que hacer dinero”

Carla Alegría Vásquez: “Para cambiar el mundo, primero hay que hacer dinero”
Carla Alegría Vásquez, cientista política.

"He presenciado conductas racistas, discursos misóginos y bromas sexistas tanto de hombres como de mujeres. La Senadora Rincón y la Senadora Vodanovic fueron criadas en entornos donde la mesa estaba rodeada de hombres. No las justifico, pero tampoco las he visto defendiendo la dignidad de otras mujeres cuando más se necesita. Por eso, Ximena no recibe el respaldo que recibe su hermana por parte de otras mujeres: porque nunca ha apoyado a organizaciones de mujeres ni a otras lideresas. Ahora, 'que se salve como pueda', escuché decir la última semana. Un ejemplo reciente: Paulina Álvarez, actual candidata a diputada, ha sido constantemente deslegitimada en redes sociales a través de comentarios malintencionados y ataques personales. No hay causas en su contra, pero una y otra vez se le inventan situaciones que buscan invalidar su participación política. Lo más degradante fue escuchar que un concejal —y en ese minuto candidato a alcalde— se atreviera a decirle que no podía postular a cargos públicos por las fotos que subía a sus redes sociales. ¿Dónde estuvo la Senadora Vodanovic? Así, el PS perdió a otra mujer de sus filas. No entraré en detalles sobre cómo conozco a ambas senadoras, pero puedo decir que, dentro del mundo de los partidos políticos, muchas mujeres han sido avaladas por el silencio de otras mujeres. Y de algunos hombres también. Mientras algunas éramos tildadas de alaracas, otras siguen callando por conveniencia", plantea la cientista política Carla Alegría Vásquez


Por Carla Alegría Vásquez (cientista política)

      “Para cambiar el mundo, primero hay que hacer dinero”. Esa frase aparece en la película Match: La reina de las apps de citas, una ficción que, aunque no es biográfica, se inspira en la historia de Whitney Wolfe —fundadora de Bumble—, quien, según se sabe, aún está limitada para contar su verdad. Pero esa línea deja algo claro: es difícil cambiar el mundo sin fondos.

Personalmente, me ha tomado más de una década entender contabilidad, levantar proyectos altruistas y enfrentar la falta de inversionistas que realmente busquen transformar, sin caer en el greenwashing. Todavía no conozco a quienes apliquen la Ley de Donaciones con objetividad y conciencia, más allá del marketing.

Hoy, en tiempos electorales, todo se vuelve más desafiante, más confuso, más incómodo. El escándalo provocado por integrantes del Frente Amplio —con el discurso de “nosotros somos mejores”— no hace más que confirmar lo que muchos ya sabíamos: no basta con las buenas intenciones. Y más complejo aún es ver cómo algunas candidatas mujeres reproducen actitudes más machistas que muchos hombres.

Pero esto no es una guerra de géneros, ni una batalla de ideologías. Lo que digo no me lo contaron: yo lo he vivido y lo he visto. He presenciado conductas racistas, discursos misóginos y bromas sexistas tanto de hombres como de mujeres. La Senadora Rincón y la Senadora Vodanovic fueron criadas en entornos donde la mesa estaba rodeada de hombres. No las justifico, pero tampoco las he visto defendiendo la dignidad de otras mujeres cuando más se necesita. Por eso, Ximena no recibe el respaldo que recibe su hermana por parte de otras mujeres: porque nunca ha apoyado a organizaciones de mujeres ni a otras lideresas. Ahora, “que se salve como
pueda”, escuché decir la última semana.

Un ejemplo reciente: Paulina Álvarez, actual candidata a diputada, ha sido constantemente deslegitimada en redes sociales a través de comentarios malintencionados y ataques personales. No hay causas en su contra, pero una y otra vez se le inventan situaciones que buscan invalidar su participación política. Lo más degradante fue escuchar que un concejal —y en ese minuto candidato a alcalde— se atreviera a decirle que no podía postular a cargos públicos por las fotos que subía a sus redes sociales. ¿Dónde estuvo la Senadora Vodanovic? Así, el PS perdió a otra mujer de sus filas.

No entraré en detalles sobre cómo conozco a ambas Senadora s, pero puedo decir que, dentro del mundo de los partidos políticos, muchas mujeres han sido avaladas por el silencio de otras mujeres. Y de algunos hombres también. Mientras algunas éramos tildadas de “alaracas”, otras siguen callando por conveniencia.

Nos hemos acostumbrado a ver las malas prácticas como norma. Y es especialmente triste ver a mujeres defender campañas dañinas por “un bien mayor”. Razones hay muchas, pero el viejo dicho “dime con quién andas y te diré quién eres” sigue siendo válido. Me he equivocado antes en elegir, pero aprendes y después te cuesta menos en decidir en quién confiar.

Lamento profundamente que haya quienes estén dispuestos a traicionar sus valores por dinero o por esa mentira llamada “estrategia”. Puedo entender el por qué, pero no lo justifico. Son justamente esas personas las que no deberíamos tener cerca. Y ahora, con tanta información —y desinformación— circulando, incluso hablando cara a cara con las personas una empieza a preguntarse: ¿me estará diciendo la verdad?.

En tiempos difíciles, no todos se quedan. No todos te apoyan. No todos hacen las preguntas incómodas que podrían revelar lo que realmente pasó. Pero es clave estar atentas a las señales.

Estoy expectante por la secuela de “El diablo viste a la moda”, porque en la primera ya vimos lo que una mujer tiene que hacer (o sacrificar) para llegar a la cima. Espero que los guionistas se atrevan a mezclar la moda con otros patrones. En otro momento hablaré de la demanda que se realizó al Estado de Chile por la rumba de ropa en el desierto y fue acogida Porque mujeres que denuncian somos pocas, son más las que callan para no afectar sus bolsillos o porque no saben como hacerlo y necesitan un impulso.

Escuchar frases como: “Yo no tengo grandes sumas de dinero para llevar una campaña así”, como lo ha dicho Macarena San Martín en entrevistas, revela que el cinismo en la política sigue intacto. No me malinterpreten: apoyo a las mujeres por el hecho de que están ahí, enfrentando un sistema machista, no importa si van independientes o por cualquier partido politico. Pero hay límites. Y cuando alguien juega con el dinero ajeno, con sobresueldos, con redes de poder, debemos preguntarnos: ¿hasta dónde debo apoyar a una mujer cuyo comportamiento refuerza la competencia y no la sororidad, con compañia presuntamente corrupta con estilo Robin Hood viviendo fuera de la ley?

Los espacios laborales ya son suficientes torbellinos de dolor como para seguir callando. y en época de campañas, hay que mirar con atención a quienes actúan con hábitos visiblemente autoritarios. Porque la democracia no sirve todo el tiempo, pero al menos tiene normas de comportamiento que debemos seguir defendiendo.

Si mi hija creciera en el mundo de hoy con esta creencia de que “para cambiar el mundo, primero hay que hacer dinero”, me aferraría a la idea de mostrarle que siempre hay maneras de mantener los valores por sobre la meta, caminos más lentos, pero también más seguros para ser luz en la oscuridad.

(El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Séptima Página Noticias).